Motivación o disciplina por Tomás ArrieroComencemos por definir qué es motivación y qué es diciplina para ver si somos capaces de elegir cuál es más favorable para la consecución de nuestros objetivos.

La palabra “motivación” deriva del latín motivus o motus, significa “causa del movimiento”, lo que nos inspira para movernos.

Por lo tanto, la motivación tiene que ver con las emociones, con el estado emocional que activa, dirige y mantiene nuestra conducta.

Pero no todos somos iguales, cada persona es diferente, existen personas a las que les resulta fácil motivarse para luchar por sus metas, mientras que para otras su mayor motivación es que no cambie nada.

Cada persona tiene sus propias motivaciones. De hecho, uno de los autores más estudiados en torno a la motivación, Maslow, jerarquiza cinco categorías de necesidades humanas y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (de menor a mayor nivel estas necesidades serían: fisiológicas, de seguridad, de amor y pertenencia, de estima y de autorrealización). Básicamente, deseamos lo que no tenemos, de hecho, algunos se preocupan más de obtener lo que no tienen que de conservar lo que ya poseen.

La motivación es dinámica, aumenta y disminuye en función de los acontecimientos que nos van pasando en el día a día, en el minuto a minuto. A todos nos habrá pasado que existen días en los que parece que estamos rebosantes de energía y otros en los que nos cuesta mucho dar un paso.

Por otro lado, la disciplina es la capacidad de actuar ordenada y perseverantemente para conseguir un bien.

La disciplina, a diferencia de la motivación, está relacionada con la razón. Es el cerebro el que “sabe” lo que tenemos que hacer para alcanzar un bien.

La disciplina tiene peor fama que la motivación, pero nos libera de tener que estar siempre motivados. Estemos o no de humor “hacemos lo que debemos hacer”.

Lo malo de la disciplina es que tradicionalmente se asocia al sufrimiento de tener que realizar alguna acción que no se desea o que priva de hacer algo que nos gustaría hacer.

Pero lo realmente interesante de la disciplina y en lo que deberíamos focalizarnos es en el logro. En lo que obtenemos cuando completamos la acción requerida, y no solo en eso, también en como nos sentimos (autoestima, generación de hábitos, fortaleza…). Realmente nos sentimos eufóricos después de haber completado una jornada de ejercicio físico que creíamos no poder comenzar.

Además, a través de la disciplina se crean hábitos. Cada vez nos requerirá menos esfuerzo realizar cualquier actividad que en un principio nos costaba empezar.

Por lo tanto, cuando tenemos que hacer alguna labor podemos seguir el radiante camino de la motivación. Pero ¿qué pasa si no estamos motivados, o dejamos de estarlo? No podemos dejar que esto nos retrase en alcanzar nuestros objetivos.

Si tienes disciplina no influirá la desgana o el mal humor, de cara a realizar las acciones que necesitas hacer. De hecho, hay quien drásticamente decide cortar el camino de la motivación y enfocarse en el de la disciplina para no depender de sus sentimientos.

Personalmente me encanta estar motivado, tengo muchas maneras diferentes de inspirarme, principalmente la satisfacción del trabajo bien hecho. Y si ese día no estoy para florituras… tiramos de disciplina.